diputados nacionales FpV.
En qué cosas tenemos que pensar los que estamos interesados en la actualidad política?
–Es inevitable tener una mirada puesta en lo que sucede en el mundo y su repercusión en la economía argentina. Creo que hay un debate enorme en todo el mundo sobre, lo que es para mí, la crisis del principal logro social de la postguerra: el Estado de bienestar europeo. Producto de esas políticas económicas clásicas, tradicionales, alentadas por la ortodoxia liberal y sostenida por el Fondo Monetario Internacional, han llevado a que la Europa que conocimos hace diez o veinte años atrás, está lentamente en camino de desaparición, institucional y jurídicamente. Eso va a terminar generando un debate en el mundo y pariendo un mundo nuevo. En ese marco, la experiencia argentina y latinoamericana es una experiencia a defender con mucha fuerza. Los esfuerzos que estamos haciendo y los que hace nuestro Gobierno para sostener políticas económicas activas, sostener niveles de actividad, niveles económicos, son muy importantes y las reacciones que despierta esa política hacia el interior de nuestro país sigue siendo de la misma fortaleza que ha tenido este proceso durante estos nueve años.
–En un mundo tan interconectado, las dirigencias políticas, académicas, los que piensan la matriz de la vida de las naciones, estarán capturando lo que sucede en las redes sociales con los nuevos fenómenos juveniles, y las nuevas formas de expresión no tradicionales. ¿Estamos en condiciones de capturar lo que se está viviendo en la Argentina como un fenómeno explícito de la juventud? ¿Usted detecta que esto se da en otros lugares?
–Voy a dar mi impresión en el marco de una reflexión en voz alta: lo distintivo en la Argentina, en Brasil, en Venezuela, es la recuperación de la política. Y en ese reencuentro que genera nuevas expectativas aparece la participación juvenil. Cuando uno analiza, por ejemplo, en Europa el movimiento de los indignados, tiene situaciones o consignas similares a las del 2001 y las asambleas en las plazas, con un fuerte condimento de antipolítica. En realidad, ese condimento antipolitico es una de las lógicas que se baja de los lugares de poder, de la derecha. Un movimiento antisistema aparece entre sus reivindicaciones o construcciones, coincidiendo con los que quieren sostener el sistema para las corporaciones. En algún momento, eso apareció en la Argentina, y se resolvió cuando apareció Néstor Kirchner y afirmó que la solución venía desde la política, no contra la política. Ese es un fenómeno para analizar. La derecha plantea que hay que reducir los gastos de la política entonces baja con representación de nivel popular. Eso es: menos concejales, menos diputados, menos senadores. Y los indignados lo plantean desde la indignación: “Esta es la política que no nos dio ningún tipo de resultado”. El desafío es cuál es la alternativa política a construir en esos lugares para poder plantear y replantear un modelo de país, de nación y de continente, que represente las expectativas del conjunto de la sociedad.
–En este mundo que está por parir, como usted mencionaba, ¿no cree en la necesidad de salir del día a día para planificar a largo plazo en determinadas prioridades y políticas?
–En la Argentina de hoy, hay sólidos pilares sobre los que se comenzó a reconstruir la Argentina a partir de 2003. La lógica económica y social es virtuosa. En el año 2003, Néstor se plantea recobrar y reinstalar el mercado interno, rentar los niveles de consumo como parte del crecimiento económico, que hoy es uno de los paradigmas en Europa que no parece concretado. Ese aumento del consumo nos permitió incentivar una industria que satisfaga esa mayor demanda de bienes y servicios. A eso le sumó una larga política de sustitución de importaciones, y hoy uno puede decir que hemos recuperado un nivel de producción industrial que, claramente, hace nueve años no teníamos. Seguramente, nos faltan pasos en el sentido que hemos dado como, por ejemplo, con la nacionalización de YPF. Es decir, de qué manera el Estado o el país recupera para sí mismo una industria más ligada, que tradicionalmente uno piensa que es la industria pesada. En el mundo, no ha crecido la industria pesada sin la participación o un impulso del Estado. Desde ese punto de vista, ahí estamos.
–Es inevitable tener una mirada puesta en lo que sucede en el mundo y su repercusión en la economía argentina. Creo que hay un debate enorme en todo el mundo sobre, lo que es para mí, la crisis del principal logro social de la postguerra: el Estado de bienestar europeo. Producto de esas políticas económicas clásicas, tradicionales, alentadas por la ortodoxia liberal y sostenida por el Fondo Monetario Internacional, han llevado a que la Europa que conocimos hace diez o veinte años atrás, está lentamente en camino de desaparición, institucional y jurídicamente. Eso va a terminar generando un debate en el mundo y pariendo un mundo nuevo. En ese marco, la experiencia argentina y latinoamericana es una experiencia a defender con mucha fuerza. Los esfuerzos que estamos haciendo y los que hace nuestro Gobierno para sostener políticas económicas activas, sostener niveles de actividad, niveles económicos, son muy importantes y las reacciones que despierta esa política hacia el interior de nuestro país sigue siendo de la misma fortaleza que ha tenido este proceso durante estos nueve años.
–En un mundo tan interconectado, las dirigencias políticas, académicas, los que piensan la matriz de la vida de las naciones, estarán capturando lo que sucede en las redes sociales con los nuevos fenómenos juveniles, y las nuevas formas de expresión no tradicionales. ¿Estamos en condiciones de capturar lo que se está viviendo en la Argentina como un fenómeno explícito de la juventud? ¿Usted detecta que esto se da en otros lugares?
–Voy a dar mi impresión en el marco de una reflexión en voz alta: lo distintivo en la Argentina, en Brasil, en Venezuela, es la recuperación de la política. Y en ese reencuentro que genera nuevas expectativas aparece la participación juvenil. Cuando uno analiza, por ejemplo, en Europa el movimiento de los indignados, tiene situaciones o consignas similares a las del 2001 y las asambleas en las plazas, con un fuerte condimento de antipolítica. En realidad, ese condimento antipolitico es una de las lógicas que se baja de los lugares de poder, de la derecha. Un movimiento antisistema aparece entre sus reivindicaciones o construcciones, coincidiendo con los que quieren sostener el sistema para las corporaciones. En algún momento, eso apareció en la Argentina, y se resolvió cuando apareció Néstor Kirchner y afirmó que la solución venía desde la política, no contra la política. Ese es un fenómeno para analizar. La derecha plantea que hay que reducir los gastos de la política entonces baja con representación de nivel popular. Eso es: menos concejales, menos diputados, menos senadores. Y los indignados lo plantean desde la indignación: “Esta es la política que no nos dio ningún tipo de resultado”. El desafío es cuál es la alternativa política a construir en esos lugares para poder plantear y replantear un modelo de país, de nación y de continente, que represente las expectativas del conjunto de la sociedad.
–En este mundo que está por parir, como usted mencionaba, ¿no cree en la necesidad de salir del día a día para planificar a largo plazo en determinadas prioridades y políticas?
–En la Argentina de hoy, hay sólidos pilares sobre los que se comenzó a reconstruir la Argentina a partir de 2003. La lógica económica y social es virtuosa. En el año 2003, Néstor se plantea recobrar y reinstalar el mercado interno, rentar los niveles de consumo como parte del crecimiento económico, que hoy es uno de los paradigmas en Europa que no parece concretado. Ese aumento del consumo nos permitió incentivar una industria que satisfaga esa mayor demanda de bienes y servicios. A eso le sumó una larga política de sustitución de importaciones, y hoy uno puede decir que hemos recuperado un nivel de producción industrial que, claramente, hace nueve años no teníamos. Seguramente, nos faltan pasos en el sentido que hemos dado como, por ejemplo, con la nacionalización de YPF. Es decir, de qué manera el Estado o el país recupera para sí mismo una industria más ligada, que tradicionalmente uno piensa que es la industria pesada. En el mundo, no ha crecido la industria pesada sin la participación o un impulso del Estado. Desde ese punto de vista, ahí estamos.
UB NO ME OLVIDES
UB "NO ME OLVIDES"
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¡¡Siempre con NESTOR y CRISTINA!!
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¡¡¡Nuestro compañero conductor GUILLERMO MORENO,
SIEMPRE CON NESTOR y CRISTINA!!!
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